sábado, 14 de febrero de 2009

Días de entrenamiento

Pablito, mi papá, yo, el 5to es mi padrino, Agustín Negrón,
el 7mo, el Chito Livia, el último: el Burro Pinto.
Los Órganos, Talara, Piura, 1981.
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Definitivamente esta obsesión por el dibujo y la escritura es herencia de mi padre. El Chito Livia, uno de sus compañeros de trabajo, lo jodía porque en las típicas reuniones en las que se jactaban sobre los talentos de los hijos, mientras algunos afirmaban que hablaban casi a la perfección, mi papá les sacaba cachita diciéndoles que su hijo de siete meses dibujaba con una destreza extraordinaria. "Anda huevón, tu hijo no sabe ni agarrar la teta y nos vienes con huevadas" le respondió el Burro Pinto, con ese argot, típico de tombo. Mi viejo lo queda mirando, se mide como tomando impulso para aplicarle un combo, cuando Livia levantándoles el brazo, avisa que acababa de frenar el Eppo, un bús que venía desde El Alto, población desde donde mi viejita llegaba con el almuerzo. Mi papá trabajaba en control de carreteras de Los Órganos (Talara, Piura).
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"Ahora vas a ver quien no sabe agarrar la teta" le dice mi padre al Burro Pinto, aplicándole un manotazo sobre el hombro. Livia y el resto se burlaron. "Este tío está loco, ya quemó cerebro", murmuran. "Suave que se enciende". "Préstame a Haito" le dice a mi viejita, ingresa conmigo en sus brazos, me sienta en la silla del retén, rompe una hoja del cuaderno de denuncias, señala el patrullero: "dibújalo" me ordena. No me acuerdo de nada, sin embargo, comenta el Chito Livia que yo miré como un viejo el auto, tomé el papel y empecé a dibujar las llantas, después la capota y, finalmente, a un policía con su kepí, de conductor. "Mierda" exclamó el Burro Pinto. "Este mocoso es reencarnado", afirmó Livia. Y me quedé con esa chapa hasta el año 83. Yo nací el 78.
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Agustín Negrón, mi padrino, me confesó años después, que mi papá, desde que nací, hacía que repita círculos con un lápiz, después cuadrados y triángulos, una tarde, intrigado con su fijación por distraerme durante horas dibujando esas figuras geométricas, le pregunta por qué ese ejercicio. "Es para que aprenda a dominar su pulso", le respondió mi padre, "caray, con razón no le tiembla la mano", efectivamente, gracias a esos ejercicios, que tampoco recuerdo, pero sé repetí como un esquizo, mi pulso adquirió una seguridad que ya quisieran dominar los alumnos de las escuelas de bellas artes, mi viejito hizo que desarrolle ese talento. Y es tan anterior a mi razón que estoy seguro por eso cuando mis palabras se quedan cortas para expresarme, acudo a los trazos e intento dibujar aquellos gritos que no puedo reducirlos con la lengua.
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Un día, papá, voy a exponer mis dibujos para rendirte un homenaje, mientras tanto regreso al finepen o a la tinta china, pienso en tu voz, en ese tono enérgico. Observo como cuando niño el pliego de cartulina hilo y dejo libre esta sensación por capturarte, por aferrarme contigo en estas líneas que estuvieron desde siempre.
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2 comentarios:

  1. sí, cuando las palabras no son suficiente, otras formas aparecen para traducir nuestra memoria.
    un fuerte fuerte abrazo, mi muy estimado amigo, hermano.

    JuanPa

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  2. Gracias JP, eres uno de mis verdaderos amigos, sé que está por salir tu libro, me entusiasma eso, como se lo dije a un pata, gracias a personas como tú, yo sigo fuerte e inalterable. Un fuerte fuerte abrazo, hermano.

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